GRUPO "VOLUNTARIADO MARÍA RÀFOLS" (BARRANQUILLA)
El Grupo de FSA “Voluntariado María Ràfols” de Barranquilla (Atlántico), se creó en 1990, con personería jurídica, por las Hermanas Crisanta Cordero y Ana María García y vecinos del Hospital (que entonces pertenecía a la Liga Antituberculosa Colombiana). Su fin era apoyar a los enfermos de tuberculosis y/o de VIH de manera integral, y para poder hacerlo crearon un fondo haciendo rifas y recogiendo periódicos y materiales de reciclaje. Ofrecían a los pacientes atención espiritual, charlas de concienciación para que siguiesen el tratamiento, apoyo nutricional, programas de rehabilitación y tallares de capacitación (fabricación de escobas y traperos, cultivo de zanahorias, cuidado de animales de granja, etc.)
A partir de 1997, cuando el Hospital se convirtió en Materno-Infantil y los pacientes tuberculosos pasaron a seguimiento ambulatorio, reunían a 360 al menos 4 veces al año (marzo, mayo, septiembre y fin de año) y continuaban brindándoles apoyo con fondos que recaudaban con bingos, rifas y wnadas (evento musical). Tenían pacientes apadrinados, para que además del tratamiento que les daba el estado, pudiesen alimentarse lo necesario para que este resultase efectivo.
También procuraban que cada uno lograse tener una casita con cocina, aseo y 1-2 habitaciones.
Los segundos sábados de mes hacían un seguimiento y apoyo más cercano a diez familias, con oración, acompañamiento, escucha, formación y soporte económico (transporte, refrigerio y mercado).
En el año 2015 celebraron sus 25 años de misión, con una Eucaristía y una cena.
Actualmente forman el grupo 25-30 miembros y cuentan con un número más amplio de personas que los apoyan sin pertenecer a la FSA (benefactores). Continúan ayudando a los tuberculosos y se han abierto a nuevos campos: niños desnutridos, pastoral de enfermos, pastoral social y familiar.
Se reúnen generalmente una vez al mes, a veces cada 15 días; reflexionan sobre la Palabra de Dios, oran, comparten experiencias, se apoyan unos a otros, miran las necesidades y elaboran un plan anual de trabajo a seguir con las familias que apoyan.
Celebran las fiestas congregacionales, tienen retiros espirituales cada seis meses y una convivencia al año, esta última con doble finalidad: invitar a más personas a que conozcan su proyecto, y compartir un espacio de interioridad.
Dan gran importancia a la formación, en la que incluyen también encuentros de 2-3 días de trabajo de integración personal y de preparación para ayudar a otros sin hundirse con ellos.