María, Inmaculada

Esta fiesta de María, tan arraigada en la fe del pueblo, no representa, sin más, la consideración de un simple privilegio de la Virgen, fuera del marco de la historia de la redención. Situada en el corazón del adviento, María es señalada como modelo de plena receptividad de Dios y de total solidaridad a la formación de la nueva humanidad recapitulada en Cristo. Las lecturas ponen ante nuestros ojos el gran drama de la humanidad en tres actos: el Génesis nos habla del pecado del mundo ya desde los orígenes. Lucas nos revela el consentimiento dado por María al plan de Dios en Nazaret. Efesios describe nuestra elección e incorporación a Cristo.

EL PECADO, DESARMONÍA Y DESINTEGRACIÓN

En el Génesis 3,9-15.20 el escritor reflexiona sobre el origen y presencia del mal en el mundo. Se trata de un misterio oscuro y dramático. Indaga el origen del mal en el mundo y concluye que el hombre peca desde el principio, que todo hombre peca.

¿Pero qué es el pecado? Es hoy un concepto vaciado de contenido. Nuestro mundo ha perdido el sentido de pecado. Lo que ayer era un hecho vergonzoso del que emanaba un gran sentimiento de culpabilidad, hoy lo convierten muchos en osadía y exhibición. Se ha despenalizado el pecado y hasta se le justifica sociológicamente. Pecar ya no lleva a muchos a sentirse mal.

El relato del Génesis nos conduce a la comprensión bíblica del pecado. Existen los pecados. Y se da también el pecado como estado y actitud básica. Lo primero que vemos en el texto es que Adán no sólo infringe la ley. Rechaza el amor que Dios le ofrece. Se sale de su plan. Rompe su propia vocación. Se organiza por su cuenta. El texto narra que ante el pecado el hombre se esconde de Dios. Siente vergüenza y miedo. No soporta el remordimiento de algo mal hecho. Y no es esto sólo. Rompe también la comunión con el hermano. Elude su responsabilidad y acusa a su mujer. Ésta ya no aparece como "carne de mi carne", como compañera de felicidad y para la felicidad, sino causa de la desgracia. Más: la mujer también declina su responsabilidad y acusa a la serpiente. El pecado es una desobediencia que introduce la desarmonía existencial, universal y profunda.

El hombre es un ser en referencia, en quien la relación es lo medular. Su vida es estar relacionado. Es amar. El hombre no se puede esconder ante Dios porque es su imagen, destinado a coparticipar de su felicidad. Dios es su vocación y destino. Esta destinado a correalizar con Dios su vida divina para alcanzar la perfecta comunión.

La vocación, la gracia, es una relación privilegiada que llena de alegría el ser y la vida. Es caerse fascinantemente en gracia. Es entrañarse, vivir en relación, comunicación y comunión. La relación amorosa es el mejor banquete o manjar del hombre. Pecado es la fractura del amor, caerse en desgracia, la crisis profunda de la relación, el fracaso afectivo y existencial. Es el no al amor, a la vida plena, a la armonía, a la conciencia viva y dichosa.

El desamor, la desarmonía existencial es el origen de todo el mal en el mundo: las guerras, las violencias, las ambiciones, envidias, celos, acosos físicos y morales, acusaciones, robos materiales, calumnias, difamaciones, etc.

NAZARET, REINTEGRACIÓN DE LA NUEVA HUMANIDAD

Nazaret es un vértice para la historia del mundo. En él acontece un hecho extraordinario. El Hijo de Dios nace como hombre. Un hombre llega a ser Hijo de Dios. Cristo tiene, como Dios, un nacimiento eterno y como hombre un nacimiento temporal. La Revelación lo dice en términos inefables: "Y el Verbo se hizo carne". "Siendo de condición divina se anonadó por nosotros". "Siendo rico por nosotros se hizo pobre".

Nazaret es la manifestación del inmenso poder de Dios. Lucas ha hablado del nacimiento del Bautista. Nace de una mujer estéril y de avanzada edad. Para Dios no hay nada hay imposible. El anuncio se hace en el templo, dentro del espacio de lo sagrado. Ahora el nacimiento de Jesús se hace en una aldea, Nazaret, en el ámbito de lo profano y alcanza el universo y la historia. Con la encarnación de Dios el hombre siente roto el techo de su limitación humana y es divinizado, alcanza el horizonte de Dios. Nazaret representa una generación obrada por el Espíritu. Esta acción directa del Espíritu significa que no hay participación humana, que todo es acción directa de Dios, que es puro don y gracia. El Arcángel pone nombre al futuro hijo, lo cual quiere decir que tendrá una función asignada por Dios. Un "nacido de mujer" va a llegar a ser "Hijo del Altísimo". Aquí lo humano es increíblemente dignificado. Si antes la esfera de los dioses era independiente, distante, ahora, en Cristo Dios y hombre, todo hombre es divinizado y alcanza la esfera de Dios. La vocación última de la persona es llegar a participar de la divina naturaleza. Cristo es el espacio privilegiado donde lo humano y lo divino se funden y se entrañan.

Todo ello es posible en la aceptación de una joven virgen, María. Virgen hace referencia a una fidelidad límite, a una disponibilidad radical, una dedicación radical, un espacio que se apoya del todo en Dios. Esclava no significa sometimiento y humillación, sino la fidelidad y abandono al amor de Dios para dejarse obrar según su voluntad y proyecto. En el sí de María se hace carne también el sí de Cristo a la redención y se hace posible el retorno de la humanidad a su destino eterno. El sí de María incluye el sí de Cristo, la traslación de su filiación divina en favor de todos los hombres. Es un sí originante y modélico en el que todos debemos incluirnos.

SOMOS AMADOS POR DIOS EN CRISTO

La Carta a los Efesios 1,3-6.11-12 nos ofrece la clave de la palabra de Dios hoy al narrarnos nuestro destino en Cristo. Es un himno prepaulino, de altos vuelos poéticos y místicos, que se utilizó ya en la primera liturgia. El autor, judío cristiano helenizado, canta la unidad universal del plan de salvación de Dios y también la unidad profunda eclesial que sobreviene por el hecho de que todos estamos elegidos y destinados a formar un cuerpo en Cristo, nuestra Cabeza. Bendice a Dios por su designio de amor que origina una nueva y grandiosa unión universal. Porque Dios es el primero que nos ha bendecido a todos en la persona de Cristo con toda suerte de bendiciones espirituales y celestiales. El contenido de esta gran bendición es que ya antes de la creación del mundo estamos elegidos en la persona de Cristo, y que Dios nos ha elegido por amor y para el amor. Este amor radica en el traspaso a nosotros de la misma filiación divina del Hijo que nos hace a todos verdaderos hijos de Dios. Es así como Cristo mismo es nuestra herencia, nuestra filiación divina, nuestro destino, para alabanza de la gloria de su gracia.

María es la mujer del sí total que nos enseña a ser sinceros, íntegros, totales ante el plan de Dios. El pecado, decir no a Dios, es una constante en nuestra historia. Preferimos reducirnos a elaborar nuestra biografía intrascendente, en lugar de hacer historia de Dios. María inmaculada nos impide recluirnos en una historia subjetiva, intimista. Nos llama y enseña a tomar parte en la historia salvadora de la humanidad. María vive oculta en Nazaret, aldea desconocida. ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Y además es mujer en aquel tiempo. Pero Dios no necesita el poder de los poderosos. Nos pide a cada uno que vivamos el cada día no como expresión de independencia, sino en conexión con la salvación de todo lo que nos rodea. Sintiéndonos limpios de egoísmo y solidarios con los demás.

Francisco Martínez García

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