Exaltación de la Cruz

La cruz sólo puede entenderla quien ha entrado en la dimensión contemplativa del evangelio, el que es rico en Dios y ha experimentado su poder y su gracia. Sólo aquél a quien se le ha concedido mucho amor. La cruz es un asunto de amor.

Sólo la cruz es el poder de la Iglesia, de la jerarquía, del apostolado, de los fieles...

La cruz no es únicamente un momento puntual de la vida de Jesús. Es la dimensión fundamental de toda su vida. La cruz de Cristo es la máxima afirmación de los otros en el propio anonadamiento. Es un amor sorprendente, maravilloso, radical, incondicionado. Nadie amó así. Es continuar amando donde normalmente el amor se quiebra en todos. Es una locura de amor. Un amor sin límites. Que nunca falla, nunca se amortigua, nunca se desvanece. Lo que los hombres jamás imaginaron. En la cruz, lo directamente expresado es un amor grande. El sufrimiento no es sino la comprobación de la seriedad de ese amor. Los más grandes y generosos amantes, desearían este amor sublime, en la amistad, en el matrimonio, etc.

Ser capaces de amar hasta el sufrimiento es un signo de que estamos místicamente poseídos por Cristo. Sólo en él, en su fuerza, podemos aceptar el sufrimiento que cuesta amar. "Mi fuerza, mi única fuerza, es ser místico" (Teilhard).

El sufrimiento es signo de que uno ha alcanzado la divina receptividad. Supone que uno ha entrado en un orden superior y que su comportamiento tiene una modalidad divina. El sufrimiento sólo es posible cuando alguien se ha dejado amar por Dios y está emocionado por ello.

Dios llama a todos a la perfección del amor. Pocos llegan a alcanzarla. La razón es lo mucho que estamos apegados a nosotros mismos. El rechazo del sufrimiento es imperfección, inmadurez, distancia de Dios. Es falta de gratuidad, de generosidad, de entrega. Las purificaciones llamadas "pasivas", las que Dios hace en el hombre, nos dicen hasta qué punto Dios quiere transformarnos en él. Cierto sufrimiento existe porque Dios es Padre y nos quiere en él y como él. Ni un solo místico ha dejado de ser purificado por Dios. Nosotros no tenemos capacidad para purificarnos a fondo. Sólo el fuego transforma el leño en fuego. Sólo la luz intensa descubre las manchas, todas las manchas. "En pieza donde entra mucho sol no hay telaraña escondida" (Sta. Teresa).

La capacidad y alegría por el sufrimiento supone la rebeldía convertida en receptividad. Es señal del dominio del Espíritu ayudando a superar el estancamiento de la voluntad. Es prueba de que está resuelto, o en vías de solución, el dilema egoísmo-gratuidad. Es Dios obrando en nosotros sin nosotros. Sólo él puede ayudarnos a superar nuestras resistencias conscientes y subconscientes, externas e internas. Es la suprema victoria del amor de Dios en nosotros: 'Todo esto viene de Dios. Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo... no sólo creáis en él, sino que también padezcáis por él" (Flp l,28ss).

Francisco Martínez García

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septiembre 2025

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