San Sebastián
Fue martirizado en Roma el año 288. Desde un principio fue muy venerado por los cristianos, hasta el punto que se les dio su nombre a las Catacumbas en donde fue sepultado y luego allí mismo se le construyó una iglesia en su honor.
Esta devoción explica cómo la historia se mezcla con la leyenda. Fue dos veces martirizado durante la persecución de Diocleciano. La primera vez, siendo jefe de las guardias imperiales. Su conversión al cristianismo fue juzgada como una traición al emperador, no obstante su fidelidad al verdadero Dios y al emperador.
Al ser ejecutado, las flechas no tocaron órganos vitales. Desmayado, fue recogido vivo por sus hermanos cristianos y llevado a una casa cercana, en donde fue atendido. Poco a poco fue recuperándose. Cuando se sintió plenamente fuerte, quiso presentarse al emperador para disuadirlo de su acción persecutoria, sabiendo que arriesgaba nuevamente su vida. Su intrepidez fue juzgada una afrenta a la majestad imperial. Por eso fue arrestado y muerto a palos en la pequeña arena del palatino.