San Isaías, Profeta

Todo el Antiguo Testamento, es una divina pedagogía con la que el Señor se va preparando un pueblo en el que realice la Redención.

El profeta Isaías mantiene el alerta, y ofrece la biografía del Salvador que ha de venir.

Y, cumpliendo su misión, muere aserrado por medio, de orden del Rey Manasés, siete siglos antes del Redentor anunciado.

Isaías, hijo de Amacs es el primero de los grandes profetas del siglo VIII. Nacido en Jerusalén, de buena familia, familiarizado con el culto desde la niñez y casado con una mujer a la que se da el nombre de «profetisa», es posible que desempeñara el papel de «profeta de la corte» en el santuario real (el Templo de Jerusalén), sirviendo en calidad de tal a varios reyes de Judá. Su vocación tiene lugar hacia el año 746 ó 740 A.C.

Su actividad se desarrolla bajo Jotam, Ajaz y Ezequías. Sus últimas palabras parecen ser del año 701 A.C. Son cuatro décadas muy importantes para la historia futura de Judá, en las que tiene lugar la guerra siro-efraimita (734-3), la muerte de Tiglatpileser III h. 726, la rebelión del reino del N. contra su sucesor, Salmanasar V, que concluirá con la destrucción de Samaria por Sargón II el año 721, los intentos de independencia de Ezequías (con ayuda de Egipto), jalonados por la conquista de Asdod por Sargón el a. 711 y la grave amenaza de Jerusalén por Senaquerib el a. 701. Todos estos hechos han dejado importante huella en el mensaje de Isaías.

Isaías parte del reconocimiento de la majestad absoluta y única de Yahveh, Señor de los hombres y de la Historia, y combate apasionadamente contra todo lo que puede ir en contra de esta realidad.

En sus primeras intervenciones parece protestar, ante todo, contra los desórdenes éticos y sociales, los modos de vida blasfemos v autosuficientes, los cultos extraños, etc.

La política en su relación con la fe alcanza cada vez mayor importancia en su predicación. El hombre no puede convertirse en espectador pasivo del obrar de Dios, ni puede hacer su propia política sin contar con El.

El pecado de Judá atraerá inevitablemente sobre ella el castigo de Yavhe. Asiria será el instrumento del poder divino (aunque, por sus propios pecados, se hará también merecedora de destrucción total). En el fondo de sus amenazas y recriminaciones está siempre la llamada a la penitencia, la conversión, la vuelta a la relación familiar de Israel con Yahveh.

La SEGUNDA SECCIÓN del libro: los cap. 40-55 suponen una situación y una época distintas: Jerusalén Templo se encuentran destruidos; el pueblo, en el destierro; el gran enemigo no es ya Asiria, sino Babilonia aproxima la liberación gracias a la victoria de Ciro; es distinto también el vocabulario, el estilo, la m concepción teológica fundamental. El autor de este escrito profético es desconocido; se le ha dado el nombre de "Deuteroisaías" por el hecho de que sus palabras pasaran a formar la segunda parte del libro que lleva nombre del gran profeta. Su actuación parece tener lugar en el destierro babilónico, por los años en que toca va a su fin (550-538 A.C.).

El profeta dirige su mensaje a los exiliados, que necesitan consuelo y esperanza. Las amenazas de castigo ceden el paso a otros géneros literarios: anuncios de salud, himnos que cantan la acción salvífica de Yahveh a punto de tener lugar; discusiones encaminadas a quitar toda duda en la próxima intervención de Yahveh discursos forenses en que el mismo Yahveh se enfrenta con los pueblos que han oprimido a Israel, etc.

Ocupan un lugar especial los «Cantos del Siervo» de profundo contenido teológico, y en los que encontraría una importante fuente de inspiración la cristología de la Iglesia primitiva. Su interpretación ha sido objeto de interminables discusiones, centradas de manera especial en la identificación «Siervo de Yahveh».

El mensaje del Deuteroisaías está presidido por la idea de la unicidad divina y su dominio absoluto el universo; debe anunciar a los deportados que al castigo divino del exilio seguirá en breve el tiempo de salud para Israel, precedido de la aniquilación de Babilonia (bajo el avance de Ciro, instrumento de Yahveh) y regreso a Jerusalén. Yahveh, creador del mundo, dirige la historia y establecerá su reinado escatológico el monte Sión, donde Israel gozará especialmente de su trato familiar; desde allí llegará la salud a todos demás pueblos.

La TERCERA SECCIÓN del libro: los cap. 56-66, que han sido llamados «Tritoisaías», tienen también carácter muy distinto de las dos partes anteriores. Parece presuponerse la reconstrucción del Templo después la vuelta del destierro (515 a. C.), y tanto la situación de la comunidad como la visión teológica del auto autores difiere mucho de las dos primeras secciones.

En estos últimos cap. se atiende de modo especial a diversos problemas internos de la vida de la comunidad postexílica, sus malos dirigentes y sus problemas religiosos. Se plantea además el problema de la espera escatológica inmediata y el retraso de la llegada del tiempo de salud esperado desde la vuelta del destierro.

El profeta explica ese retraso por las culpas de la comunidad y trata de consolar a los corazones afligidos anunciando la liberación: Yahveh vendrá pronto y transformará de modo decisivo la ciudad de Jerusalén y universo entero.

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julio 2025

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