Magdalena Hecho Adán

A mí me lo hicistéis.
- Mt 25 -

Nació en Huesca el 27 de mayo de 1805. Ingresa en la Hermandad de Zaragoza el 19 de diciembre de 1826 siendo Hermana-Madre María Ràfols. Vistió el hábito el 21 de junio de 1827. Enfermó durante el noviciado pero donde no llegaban los propios recursos, llegaba la caridad que la Madre solicitaba de personas afectas a la Hermandad... y logró con sus desvelos salvar una vocación que tanta gloria iba a dar a Dios. Fue enviada al Salz con Hna. Tecla, al enfermar gravemente el P. Juan Bonal, recibiendo su último testimonio y sus consejos.

El 24 de febrero de 1851 es elegida Hermana-Madre de la Hermandad por tres años, muriendo en este trienio la M. Fundadora. A ella le cupo el consuelo de poderle acompañar en el momento de su muerte y de recoger sus últimas enseñanzas.

Presidió la elección D. Antonio Serín, Vicario General comisionado por la Junta, y D. Agustín Oliver, Director espiritual de la Hermandad. Fue reelegida el 24 de febrero de 1854, en esta misma fecha en 1857, y el 28 de febrero de 1860 quedando, por tanto, responsable de las nuevas fundaciones al iniciarse la expansión y, de hecho, constituida en Superiora General, cargo para el que queda nombrada por esta nueva elección de las Hermanas, confirmando la designación hecha por la Reina Isabel II en la Real Orden.

Las elecciones, después de la Real Orden, se siguen haciendo según las Constituciones de 1824, que eran las que estaban vigentes. En la reelección del 26 de febrero de 1863, presidió, también, D. Antonio Serín y D. Agustín Oliver. Participaron las Superioras y algunas Hermanas de las casas de Calatayud, Tarazona y Tudela que eran las que existían, más todas las Hermanas electoras de la Comunidad del Hospital de Nª Sª de Gracia. En total 34 Hermanas. La reelección del 26 de febrero de 1866 la presidió D. Antonio Cascajares, Director de la Hermandad, y asistieron 42 electoras, es decir, las que componían la Comunidad del Hospital de Nª Sª de Gracia y las Superioras y algunas Hermanas de las nuevas fundaciones.

El 20 de febrero de 1869, M. Magdalena le escribe al Sr. Arzobispo comunicándole que el día veintiséis del actual fina el trienio para el que fue electa... Lo que participo a V.E.I. para que tenga a bien disponer lo que más oportuno estime. El día 23, del mismo mes y año, le contesta Fr. José Valiño, Secretario de Cámara del Arzobispado, que no creyendo conveniente S.E.I. proceder en estos momentos a nuevas elecciones, según previenen los Estatutos de la Congregación, ha dispuesto que hasta nueva orden continúe V. gobernando como lo venía haciendo, con las mismas atribuciones y facultades, y en la forma marcada por los Estatutos, aunque con el carácter de interina.

No se han encontrado referencias a sucesivas elecciones de Hna. Magdalena que falleció, siendo Superiora General, el 5 de diciembre de 1877 en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza a las doce de la noche, de muerte natural repentina.

Esa misma tarde había hecho confesión general, como final de Ejercicios Espirituales. En la plática de salida, despidió a las Hermanas dándoles muy saludables consejos. Fue tan tierna esta plática que todas lloraban porque parecía que presagiaba su cercana muerte.

Fue siete años Superiora del Hospital y veinte Superiora General. Llevaba cincuenta años de vida religiosa que a juzgar por su acendrada caridad, sencillez y actividad en todo lo que podía redundar en honra y gloria de Dios, serán llenos en la presencia del Señor. Fue enterrada el 7 de diciembre, como insigne bienhechora de la Beneficencia, en el panteón de la Excma. Diputación del Cementerio de la Cartuja.

M. Magdalena vivió 27 años con M. María Ràfols. Ella recogió su último suspiro, como había recogido, 24 años antes, el del P. Juan Bonal en el Santuario de Nª Sª del Salz.

Es pues, al iniciarse la expansión, el eslabón que une directamente las nuevas Comunidades con los Fundadores, cuyo patrimonio espiritual había recibido y que trató de transmitir con toda fidelidad a cada Comunidad y a cada Hermana. Así lo testimonian ejemplos transmitidos por las Hermanas, como el que nos dejó la Hna. Josefa Bádenas.

Era tan pobre lo que había (en la comunidad) que una Hermana profesa, decía un día a M. Magdalena: «Madre, podríamos comprar unas sillas finas, redondicas, como las que hay en el cuarto de Dña. María». Y M. Magdalena le contestó: «La santa pobreza que nos dejó en herencia la M. Fundadora, hay que respetarla. Yo no la tocaré».

Ni la pobreza, ni la generosidad en la entrega, mantenida a flor de piel, querrá reformar. Su llamada, a ejemplo de la Madre, será a más fidelidad y radicalidad, vivida con toda sencillez como lo expresa, después de la epidemia de tifus de 1868, en la respuesta al testimonio de gratitud manifestado por la Junta Provincial de Beneficencia, ante el celo incansable de las Hermanas en el cuidado de los apestados:

Su proceder, dirá M. Magdalena, no ha excedido los límites de sus sagrados deberes para con el pobre desvalido.

(Hna. Mª Luisa Ferrero Arner, "Y la semilla dio fruto I", págs. 129 - 130)

¡DESCANSE EN PAZ!

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