Felisa Guerri Ariño

A mí me lo hicistéis.
- Mt 25 -
En Castellote (Teruel) nace un 20 de noviembre de 1871, en un hogar profundamente cristiano, abierto siempre a los pobres. Aquí los empezó a amar. Era la más pequeña de tres Hermanas y contaba tan solo con cuatro años cuando muere su madre dejando un vacío profundo que el padre, volcándose en las hijas, intentó llenar. Este suceso determinó el desplazamiento del padre con las hijas a Alcañiz, ciudad que ofrecía más posibilidades para su educación. Su padre volverá a casarse, acogiendo la nueva esposa con inmenso cariño a las tres niñas. Fue para ellas una verdadera madre, con la misma entrega que tuvo con los hijos que le nacieron después.
En Alcañiz su padre la confía a una dignísima profesora que dirige el colegio Montesanto donde se educan las hijas de las familias más acomodadas.
Desde muy pequeñita, le gustaba jugar, saltar con las demás niñas y especialmente jugar a colegios y colegialas. Ella era siempre la maestra. Tenía un ascendiente particular sobre todas las demás niñas. Su vocación educadora nació con ella. En cambio, cuando su padre la llevaba consigo al hospital, se resistía: Tengo miedo, no me lleves. Y el padre le respondía: Sí... quiero que aprendas a compadecerte de los que sufren. Son hermanos nuestros, además veremos a la Hermana... Muy pronto vio cómo en la terrible epidemia de 1885, en la que murieron tantas personas, su padre se prestaba a ayudar a los contagiados. Su arrojo y su generosidad van dejando honda huella en la niña que poco a poco pierde el miedo hasta llegar a encontrarse, cuando ya tiene 13 años, ante el cadáver del vecino que ha fallecido. Nunca olvidará las enseñanzas de su padre: En esta casa ha de reinar la caridad de Cristo. Todo es poco para atender a nuestros hermanos... Los pobres, los sirvientes son tan hijos de Dios como nosotros y por tanto son nuestros hermanos. Junto a su vocación educadora no tardará en brotar un gran deseo: quiero ser la criadica de los pobres .
El 8 de diciembre de 1883, día de la Inmaculada Concepción, se inauguraba el Colegio de la Inmaculada que las Hermanas abrían en Alcañiz, instadas por los padres de las niñas. Veían los frutos de su trabajo, no sólo en el hospital, sino con los niños de la escuelita que Hna. Pabla había abierto en el arrabal. Por eso los padres pidieron con insistencia la apertura de este colegio. A este colegio, cuando completó la etapa con la profesora Montesanto, su padre llevó a Felisa. Estaba de Superiora Hna. Pabla Bescós.
Con ese instinto particular que tienen los niños, pronto se une al grupo de las más fervorosas, de las que empezaban a sentir que una voz en el fondo del corazón las llamaba para seguir a Jesús como las Hermanas. Y Felisa la siente también y un buen día le dice a su padre: Papá, ¿me dejas ir al hospital para hacer vela a los enfermos?... Su padre extrañado le responde: Pero ¿no tenías tanto miedo? No importa, déjame. Esta noche le toca a la Hna. X del Colegio que va a ayudar a sus Hermanas del Hospital... Y probó sus fuerzas y entendió lo que su padre le repetía tantas veces: cuanto le haces a un hermano que sufre, se lo haces a Jesús. Ha aprendido el camino del Evangelio, de la sencillez, de la humildad. Cuando le manifieste su deseo de ser religiosa y se decida la fecha de su entrada en la Congregación, junto con otras dos jóvenes de Alcañiz, como éstas vestían el traje propio de las aldeanas de su pueblo, Felisa, que tiene ya 15 años, le pide a su padre que le deje vestir igual. No quería distinguirse en nada . Las acompañó a Zaragoza Hna. Pabla.
El postulantado pasó como un sueño. ¡Cuántas cosas aprendió de aquellas Hermanas del Hospital! y ¡qué paz! El 22 de octubre de 1887 viste el hábito iniciando su noviciado. Cogida de la mano de la Santísima Virgen a la que tanto quiere, vive en el noviciado de la calle Mayor esta etapa tan importante que ponía los cimientos de su vocación. Terminado el noviciado, su primer destino es el Colegio de Nª Sª del Pilar de Tarazona. La Hermana a quien tiene que ayudar la recibe con recelo. A sus 17 años tiene la cara de una niña, ¿cómo va a poder llevar con orden la clase? A los pocos días, esta Hermana no acierta a comprender la soltura y suavidad con que mueve a las niñas. Hay orden, hay aplicación... actúa como una maestra consumada... Se ha ganado las simpatías de la clase y vuelve hacia mí, dice la Hermana, todo el respeto y la veneración de las niñas. Y es que la Hna. Felisa había nacido maestra. Conjuga la alegría e ilusión, propia de sus años, con la prudencia y madurez de una maestra consumada. Estudiosa, inteligente, sabrá ponerse al tanto de los adelantos en el campo pedagógico y cada año habrá una superación.
El Colegio fue para las niñas su centro. Las quería profundamente porque sabía que solo el amor crea. Lo que la distinguirá siempre será la bondad de su corazón que le mueve a un deseo profundo de ganar sus almas para Cristo. Tenía el corazón siempre abierto para acogerlas y escucharlas.
Era muy joven cuando fue nombrada Superiora de la Comunidad del Colegio, siguiendo desde ese servicio en su labor formativa con las niñas y, ahora, con las Hermanas también, que le servirá de adiestramiento para la misión a la cual el Señor la destinaría muy pronto.
El 7 de enero de 1911, recibió el nombramiento de Maestra de Novicias y en ese campo seguirá desarrollando sus dotes de educadora, sembrando en el corazón de sus Novicias los valores evangélicos que como Hermanas de la Caridad tenían que vivir. Sembraba con amor y exigía la respuesta con la energía que nacía de ese mismo amor:
- La conciencia de la dignidad de su estado... ¡Esposas del Señor! Todo en ellas debía reflejar que estaban poseídas por Él.
- Valoración, amor, e interés, por la oración y todo aquello que alimentaba su vida interior: la experiencia de Dios, su presencia vivida en el acontecer de las cosas.
- El hambre de Eucaristía, para hacerse cuerpo entregado y sangre derramada como el Señor, que tenía que expresarse en la realidad de ser caridad hecha Hospitalidad, derrama sobre los demás sin reservarse nada.
- Un amor tierno y profundo a la Santísima Virgen.
Y como método:
- Exacto cumplimiento de las Reglas, con lo que conllevan de cruz, descubriendo en ellas los tesoros de perfección que encierran si se viven como expresión de amor a Jesucristo.
- El silencio, para crear armonía interior que facilitase el encuentro profundo con el Señor que nos habita. Vivir su Presencia en nosotros.
- El trabajo ordenado, que llena todos los minutos pero que no ahoga; trabajo impregnado de oración, lleno de la presencia del Invisible que se hace lugar teológico para vivir la experiencia de Dios, su cercanía, enseñando la unión que debe existir, en una Hermana de la Caridad de Santa Ana, entre la actividad apostólica y la contemplación. Un verdadero aprendizaje para la vida .
El 12 de abril de 1922, por fallecimiento de la Secretaria General, Hna. Florentina Franco, es nombrada Secretaria General, y el 28 de noviembre de 1924 es elegida Vicaria General y Superiora General el 10 de julio de 1929, al morir M. Pabla Bescós, y en este servicio permanecerá veinticuatro años, siendo reelegida tres veces .
El momento de su elección como Superiora General tiene lugar en un momento difícil para la Congregación. La cruz, acogida con amor desde la fe, le acompañará desde el primer momento. En abril de 1931 se proclama la II República que con su cariz anticlerical tantos problemas creó a la Iglesia, desembocando en la guerra civil de 1936-1939, que dividió a España en dos bandos, quedando Hermanas en ambas partes y sufriendo, y a la par gozando, por sus gestos de generosidad heroica en los hospitales de sangre y en tantas empresas arriesgadas que tuvieron que afrontar. A estas preocupaciones, seguirá en 1944 el dolor más profundo, unido a una gran fidelidad a la Iglesia, producido por el dictamen de la Sagrada Congregación de Roma, de que los escritos de M. María Ràfols no eran autógrafos, y que fue acogido con un gran espíritu de fe. A esto hay que unir, como San Pablo, los problemas de cada día y la preocupación por cada Hermana y cada Comunidad, por cada ministerio, dando al Señor la respuesta de fidelidad que Él esperaba de nosotras.
Tanto dolor no fue baldío. Redundó en una gran fecundidad vocacional, precisamente cuando se pasaba por la prueba más difícil, más humillante. Como consecuencia, se multiplicaron las fundaciones, se abrieron nuevos campos en nuestros ministerios y, la expansión misionera se abrió a la misión ad gentes, en India y en las selvas de América.
M. Felisa, con su bondad maternal, su delicadeza exquisita, su prudencia y caridad, fue la madre solícita y amante y, sobre todo, la religiosa que con sus virtudes empujaba siempre hacia ideales más altos. En su actividad de gobierno supo juntar la bondad con la energía, siempre respetuosa con la persona, pero amante de la verdad y muy clarividente para adivinar escollos y sortear peligros. Su fortaleza radicaba en su fe. En medio de las dificultades y peligros sabía dormirse segura en los brazos de Dios. Nada le robaba la paz.
Madre Felisa es una mujer que consolida la herencia de Hospitalidad recibida profundizando en los valores evangélicos que la Congregación se siente llamada a vivir y encarnando el carisma en nuevas formas y nuevos continentes.
Tras los pasos de María Ràfols y Juan Bonal, se implica en los problemas del momento concreto que le toca vivir, y con la imaginación de la caridad dará respuesta. Ante las necesidades creadas por la Guerra Civil española, las Hermanas atienden los Hospitales de Sangre y establecen pequeñas Comunidades en las prisiones donde las Hermanas son hacedoras de paz.
Finalizada la contienda en España, Madre Felisa, orientada por Madre María de Llona, promueve la capacitación profesional de las Hermanas mediante la obtención, antes de que el Gobierno lo exija, de la correspondiente titulación necesaria.
Otros ámbitos donde la Congregación se hace presente son la atención a los enfermos tuberculosos, con el peligro de contagio que la enfermedad tenía en aquella época. Igualmente la expansión misionera y el inicio de la Congregación en países de misión ad gentes son otros aspectos importantes de este momento. Las Hermanas se establecen en Colombia, Costa Rica e Italia; Nadiad (India) y El Tukuko (Venezuela) son los lugares donde se encarna la caridad porque Si Dios es amor la caridad no puede tener fronteras (San León Magno).
Esta expansión de la Congregación es la causa por la que Madre Felisa solicita y obtiene de Roma la división de la Congregación en Provincias.
Madre Felisa lega a las Hermanas un amor grande a la Iglesia expresado en la aceptación incondicional del Dilata sine die sobre la causa de Madre María Ràfols y el veredicto sobre los escritos. Pide a las Hermanas que se aceptara con este mismo espíritu los dictámenes y que se respondiera con la confianza en Dios y el silencio.
Falleció el día 18 de febrero de 1957, en la Comunidad de Hermanas Profesas de la Casa General, en Zaragoza (España), a los 85 años de edad y 69 de Vida Religiosa.
(Hna. Mª Luisa Ferrero Arner, "Y la semilla dio fruto II", págs. 70-73)
¡DESCANSE EN PAZ!