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San Pedro Arbués |
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FECHA |
17/09/2021 |
PAÍS |
España |
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San Pedro de Arbúes fue inquisidor y mártir, como dos tocayos suyos, el Beato Pedro de Castelmán y San Pedro de Verona. De este modo, de las páginas de la leyenda negra española, pasó a las del catálogo de los Santos.
Nació en Epila, Zaragoza, el 1441, hijo de Antonio y Sancha, descendientes de sangre real. Pedro, joven intrépido, sobresalió pronto en la virtud.
Era de inteligencia muy despierta. Después de cursar Humanidades en Lérida y Zaragoza, fue a ampliar estudios en Leyes, en el célebre Colegio Mayor de San Clemente, fundado en Bolonia por el cardenal Gil de Albornoz. Allí pasó cinco años de estudio intenso, trabajo constante, haciendo honor al tesón aragonés. Hasta le encomiendan una cátedra en la Universidad. Todos admiran su vasta ciencia y su acrisolada virtud.
El 1474 es nombrado Canónigo de la Metropolitana del Salvador, la Seo, en Zaragoza. Se resiste. Pero acepta, dice al arzobispo don de Juan de Aragón, "para procurar la gloria de Dios y servir mejor a la Iglesia". Se ordena sacerdote y se coloca bajo la Regla de San Agustín. Escoge como lema de su vida la caridad de Cristo. Es un hombre humilde, abnegado, generoso, muy exigente consigo mismo, comprensivo con los demás.
Entrega su tiempo por completo al estudio, al Coro, a la beneficencia, a la formación de los que aspiran a servir en el Santuario. Le llaman "el santo Maestro de Epila". Pedro en cambio, dice sinceramente de sí mismo: "Debo convertirme de mal sacerdote en buen mártir".
En 1482 fue establecida en España por los Reyes Católicos--con aprobación de Sixto IV--la Inquisición, para reprimir la herejía y lograr la unidad religiosa. Hubo seguramente excesos, aunque el fin era bueno. "Hubo siempre un deseo de proceder con rectitud", dice el protestante Schafer.
De Pedro de Arbúes, elegido Inquisidor del Reino de Aragón, consta que actuó con delicadeza y caridad en tan difícil oficio. Más que juez, era un padre bondadoso. Pero también sabe obrar con rectitud, sin temor a comentarios malévolos, a escándalos farisaicos y a viles amenazas.
Los judaizantes se reúnen en conciliábulo: "Se impone matar el Inquisidor. Muerto él, no osarán venir otros". Siete facinerosos se conjuran para cometer el crimen sacrílego. Pedro se entera: "Nada temo, dice el nuevo Beckett, yo guardo el honor de Dios y de su Fe".
Y a pesar de las amenazas, la noche del 14 al 15 de septiembre, llega Pedro a la Seo para el rezo de Maitines. Los conjurados le esperan agazapados tras las columnas. Pedro se acerca al altar y cae cosido a puñaladas, mientras decía: "Bendito sea Jesucristo, pues muero por su Santa Fe". Dos días después, el 17 de septiembre de 1485, expiró, perdonando como Jesús a sus enemigos. El Papa Pío IX, odiado y perseguido por las sectas como Pedro de Arbúes, lo canonizó en 1867.
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